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martes, enero 16, 2007

El interior de Hualqui sufrió con los incendios forestales

En Talcamávida, Peralillo y Flor de Conihueco las llamas avanzaron voraces consumiendo todo a su paso. Las familias huyeron, pero sus animales quedaron atrapados.

Por Ignacio Rojas R., estudiante en práctica. “Yo le traté de gritar al hijo de don Pancho para que se alejara de la casa, pero él le estaba tirando agua con un balde y en un momento ya no lo vimos más...” Así relataba Pedro Chávez Jara, campesino de Flor de Conihueco, cómo se quemó la casa de su vecino Francisco Molina, un anciano que vivía junto a su esposa en la casa incinerada, mientras su único hijo trataba, infructuosamente, de apagar el fuego que bajaba con fuerza desde los cerros.
En Hualqui, por el viento, las llamas abrazaban ayer tarde bosques de pinos, eucaliptus y pastizales.


Casas, también. No tenían suministro eléctrico ni tampoco agua, y el dificultoso acceso y la gran cantidad de focos de incendios, retrasó el paso de los vehículos de emergencia hasta los lugares más apartados, por lo que la solidaridad entre los vecinos era de vital importancia.

Héctor Sánchez Gutiérrez, campesino del Fundo Las Rosas, contó con resignación que alcanzó a huir de su casa, junto a su esposa y sus cuatro nietos, cuando las llamas estaban a sólo 20 metros de la vivienda. “Nos quedamos con lo puesto, no sacamos ni un mueble de la casa y los animales se quedaron encerrados”, explicó.

A 20 kilómetros de Hualqui, en Peralillo, más de treinta personas colaboraban con Juan Chávez Moya, el dueño de casa, que trataba, desesperadamente, de hacer un cortafuego a unos cincuenta metros de la vivienda.


Su esposa y una cuñada sacaban camas, cocina, televisor y las pertenencias de más valor para ponerlos a salvo. María Avendaño Jara, de visita en la casa, trataba de mojar con un balde la vivienda para que las llamas no lograran alcanzarla.

A esas alturas, el humo y el viento hacían más difícil todo esfuerzo por impedir que las llamas lo envolvieran todo. Sólo quedaba esperar.